¿Has tomado alguna vez una decisión que sabes te puede beneficiar, pero luego vives para arrepentirte?

Esta es mi historia.

Me inscribí en un retiro para escritores de cuatro días en Montana, USA. Cuando me enteré del entrenamiento, mi primer instinto fue, ¡No es para mí! Sin embargo, descarté la voz de mi corazón e intuición y la voz en mi cabeza fue más fuerte y me vendió una historia del por qué ir a mejorar mi arte de escribir era algo que tenía que hacer. En el momento en que abordé mi vuelo sentí que todo iría mal. Ya había estado temiendo hacer el viaje durante algún tiempo.

Al desembarcar en mi primera escala, con el corazón adolorido por la tristeza, pensé no hay vuelta atrás. ¿Por qué siento tanta resistencia a este viaje? ¿Es miedo? ¿Será que no estoy destinada a hacer esto en este momento? Luche por comprender, con la esperanza de alguna orientación, una respuesta de un poder superior, pero no llegó nada. En retrospectiva, tal vez la respuesta estaba a la vista. Nada que es bueno debería sentirse como una tarea y de seguro no debería causar tanta angustia, pensé.

La intuición de mi corazón me habló todo el tiempo. Lamentablemente, ignoré su mensaje. Mi ego se atravesó en el camino. ¡Cuidado con eso! El ruido charlatán de la mente puede dominar tu intuición. Leí en alguna parte que la oración es la forma en que le pides al Universo (el término que uso para referirme a Dios) respuestas y orientación, pero cuando aquietas la mente el tiempo suficiente, es la forma en que escuchas la respuesta. No tenía esa oportunidad. Mi mente estaba en control total. Estoy sorprendida, me dije. Esto es lo que enseño y, sin embargo, aquí estoy, sin seguir ni aplicar mis propios consejos. Es más fácil conectar los puntos mirando hacia atrás, pero no cuando estás atrapada en medio de una tormenta emocional.

Ansiosa y agitada, mi mente repasa los eventos anteriores en seguridad. Veo que mi equipaje de mano está siendo llevado hacia un lado y eso causa retraso. Oh no. Voy a perder mi vuelo a Denver, dije casi en voz alta.

“¿Es este tu equipaje?” preguntó el hombre de seguridad.

“Si, respondí.”

El abre el zipper y saca mi bolsa Ziplock llena de artículos de aseo. Luego me entrega una bolsa Ziplock estrecha y pequeña.

“Tienes que meter todos tus artículos de aseo en esta bolsa y lo que no quepa, tiene que quedarse.”

“Estás bromeando, ¿verdad? Realmente necesito todas estas cosas. Me aseguré de que todas fueran de tamaño de viaje y cumplieran con las cantidades reglamentarias.”

“Si no caben en la bolsa, no pueden pasar.”

Mirándolo intensamente, mi respiración se aceleró, mi voz cambió de un tono tranquilo a un tono alterado,

“Esto es ridículo. No cabe nada en esta bolsita,” proteste, sacando todo el contenido de mi Ziplock grande. Suspiré un par de veces y metí todo lo que pude en la bolsa pequeña.

Me molestaba cada aspecto de ir a ese retiro. Entonces, ¿por qué ir?, te estarás preguntando. Tal vez fue la presión de perder mi inversión. Tal vez la vergüenza de renunciar incluso antes de empezar. “Los ganadores nunca se dan por vencidos,” repetía en mi cabeza el refrán cada vez que pensaba en cancelar el viaje.  Tal vez fue la preocupación por lo que dirían o pudieran pensar mi familia y amigos de mí por no ir. Tal vez fue una o todas esas razones. ¿No es por eso que la gente sufre por cosas que no quieren hacer?

Después de abordar el avión, saqué mi iPad de mi bolso debajo de mi asiento para hacer mi escritura habitual. Mis dedos hacen contacto con el teclado, pero no se mueven. Nada viene. Estoy demasiada ansiosa para pensar creativamente.

Al tomar plena conciencia por el impacto del avión al aterrizar, estoy gratamente sorprendida de lo rápido que pasaron las cuatro horas.

“Parece haber un breve retraso en el control de tráfico aquí en Denver, pero estaremos en la puerta momentáneamente,” habló el capitán.

Proliferan más pensamientos, Dios mío, voy a perder mi conexión.

“¡Sí lo harás!” Sermoneó la crítica en mi cabeza.

“Cálmate,” siguió mi voz de la razón.

Hay una conversación dentro de mi cabeza entre mi voz de la razón y la de la crítica necia.

“Es United y son socios de Air Canada. Apuesto a que ambas aerolíneas están una al lado de la otra y lograras tu conexión.”

Quería tanto creer lo que me estaba auto diciendo. El carillón de vuelo suena con fuerza a través de los altavoces. ¡Uf! Suspiro de alivio y me pongo de pie para agarrar mi equipaje de mano que está demasiado pesado y estoy lista para correr tan pronto como se abra la puerta del avión.

Desembarco haciendo esfuerzo con tan pesado equipaje hasta sudando de las axilas. No hay problema, Waleuska. Solo unos pocos pasos más y tu vuelo debe estar a la vuelta de la esquina, sigo auto hablándome en calma. Pero mi intuición sabía que solo me estaba engañando. No lo voy a lograr. Mi próximo vuelo a Montana en la aerolínea de United está programada para las 11:15 am.

“Disculpe, ¿la aerolínea United está en esta terminal?” Le pregunto al agente de Air Canada afuera de la puerta, esperando, rezando que así fuera.

“No. Está en la Terminal B, pero asegúrate de revisar los monitores para ver tu número de puerta,” recomienda el agente.

Miro mi reloj de nuevo. Dios mío, son las 11:05. Un torrente de sangre corre por mis venas. Mi vuelo sale en unos minutos. Siento que la presión aumenta. No puedo respirar bajo la máscara, que a este punto todavía es requerida en todos lugares públicos. Cada minuto cuenta. Me apresuro a buscar desesperadamente el número de mi puerta. Escucho los latidos de mi corazón como si estuvieran fuera de mi pecho. Escaneo los cientos de vuelos.

Camino de un lado a otro entre los monitores. No puedo localizar mi vuelo. Estoy demasiada agotada; mi mente está nublada. Sigo mirando desesperadamente con un ojo láser enfocado. Después de lo que pareció una eternidad, lo veo. Corro por el pasillo buscando frenéticamente cualquier señal que apunte a la Terminal B, pero estoy demasiada alterada para leer coherentemente o encontrar cosas, ya que mi mente ahora está en modo de lucha o huida. En una bifurcación, me detengo momentáneamente y veo a un empleado de la terminal.

“Perdóneme. Necesito hacer una conexión en United. ¿Sabe usted por dónde queda la Terminal B? Pregunté humildemente.

“Sí. Tienes que tomar un transbordador a la siguiente terminal,” explicó la persona.

¿¿Qué?? Mi cabeza explotó por dentro. Puedo ver las neuronas convertirse en humo. ¿Qué pasó con lo de, no te preocupes, United y Air Canada deben estar uno al lado del otro? Cuestioné con indignación mi diálogo interno anterior. Controlando la fluctuación de mi voz, fingiendo calma, pregunto: “¿Por dónde es eso?”

“La escalera eléctrica no funciona, así que toma el ascensor,” dice la persona señalando con el dedo a la derecha.

Disparo como una loca. Ahora mi mente esta alerta tratando de encontrar el ascensor. El tiempo parece estar en mi contra. Cada segundo se siente como una eternidad. Cada milisegundo cuenta. Voy tarde. Voy tarde. Sigo pensando. Miro a ambos lados de las vías del transbordador y el tren no está allí. ¡Jodido, que mierda! En ese momento ya se me salen las malas palabras, “Ya se me salió el indio,” como dicen. El transbordador está a dos minutos. Estoy en pleno ataque de pánico, cansada, hambrienta, sedienta, agitada y jadeando por aire fresco detrás de esta máscara. Finalmente, llega el transbordador y entro esperando y rezando lograr mi vuelo. La voz de la razón vuelve a hablar,

“La aerolínea probablemente informó a United que los pasajeros están retrasados. Estoy segura de que te esperarán.”

Después de unos momentos, la puerta del tren se abre y salgo corriendo por el pasillo con todo mi equipaje pesado. Busco desesperadamente señales hacia mi puerta. Sigo corriendo y cuando me acerco, no hay pasajeros en fila. Todos ya están a bordo. No hay problema, me digo a mí misma mientras miro a la izquierda hacia la gran ventana de vidrio y veo que el avión todavía está allí, conectado a la puerta. La agente levanta la cabeza hacia mí. Sin perder tiempo, extiendo mi mano con mi boleto mientras recupero el aliento en voz alta. Ella mira mi boleto y dice:

“Lo siento, pero el vuelo está cerrado.”

Una bomba explota dentro de mi cabeza. Como en las caricaturas de mi infancia, humo sale de ella.

“¿Qué quieres decir? Veo que el avión todavía está aquí” —le cuestiono mientras aprieto con fuerza el asa de mi maleta.

“El embarque ya está cerrado. Está a punto de salir.

“Pero no es mi culpa. Air Canada se retrasó” le dije con la esperanza de que, sabiendo que es un problema de la aerolínea, ella haga algo al respecto. Ella niega con la cabeza todavía mirando y sosteniendo mi boleto.

“Necesito tomar este vuelo. ¡Tengo un curso que comienza esta tarde y el avión todavía está aquí!”. Señalé lo obvio.

Se me quiebra la voz, se me hace un nudo en la garganta. La temperatura de mi cuerpo sube y ahora siento que soy una olla a presión humana y estoy a punto de volar la tapa. Oh Dios, puedo sentir un grito o una muestra masiva de lágrimas. De cualquier manera, no voy a poder sostenerlos, ¡uno o ambos van a salir!

¿Está pasando esto? Estoy gritando internamente. Oh, aquí vienen. ¡Estallé en lágrimas! Estoy sollozando tan fuerte que no puedo detenerme. Toda la presión acumulada sobre este viaje finalmente encontró su salida y estalló. Puedo ver la cara de incomodidad de la agente.

“Puedo ponerte en el próximo vuelo a Montana.”

No es ideal, pero está bien, puedo trabajar con eso. La voz de la razón lo está procesando todo muy rápido. Solo llegaré unas horas tarde.

“Está bien,” digo esperanzada.

La agente mira a través de su monitor y dice: “El próximo vuelo a Montana es a las 9 p.m.”

Mi corazón salta fuera de mi pecho. La agente frunce el ceño al ver mi cara de sorpresa.

“Lo siento, pero solo hay dos vuelos al día.”

“No puedo esperar en un aeropuerto por 10 horas,” le dije al estallar en llanto. “De aquí a cuando llegue a Montana serán más de las 12 de la noche, abre perdido el primer día de capacitación.”

Al demonio con esto. Me digo. No iré. Esta es mi señal. Me voy de regreso a casa. En ese momento siento la urgencia de mi corazón diciéndome, “Vámonos a casa,” y la urgencia de la llamada del deber y la responsabilidad de mi mente diciendo, “No puedes desperdiciar el dinero y el curso.”

Fue una batalla de voluntades. ¿A qué voz le escucho? Estoy desgarrada. Llamo a mi hija.

“Victoria,” digo con voz de llanto desesperada. “Perdí mi vuelo a Montana y faltan 10 horas más para el próximo vuelo. Quiero volver a casa, pero me preocupa que pienses mal de mí.”

No puedo contener las lágrimas y me lanzo a llorar al teléfono como una niña. Hay un silencio de unos segundos que parecen detener el tiempo.

“No, mami,” dice finalmente Victoria. “Entiendo.”

Oírla decir eso, me quitó un enorme peso de los hombros. Intento recomponerme y me acerco de nuevo a la agente,

“¿Puede ponerme de regreso a Toronto hoy?”

La agente de United revisa su sistema informático y dice:

“Sí. Hay un vuelo a Toronto en Air Canada a las 4:40 p.m y puedo hacer una reserva en clase ejecutiva.”

“¿Es este el vuelo más temprano?” Presiono por una respuesta diferente.

“Sí, lo es.” Ella confirma mientras imprime un nuevo boleto para mí.

¿Ahora qué? Me pregunto. Todavía tienes cinco horas y media en el aeropuerto hasta tu vuelo a Toronto.

“Nuestro salón de United está a la vuelta de la esquina. Siéntase libre de ir y quedarse allí para tomar un refrigerio hasta su vuelo,” sugiere la agente con voz amable y gentil.

Con el nuevo boleto en mano, me alejo de la puerta sintiéndome triste y derrotada. Cuando me dirijo hacia el salón del United, tengo un presentimiento, una intuición, No vayas al salón. Regresa a la terminal A donde se encuentra Air Canada. Hmm, en ese momento estoy llena de una claridad mental extraordinaria. Soy muy consciente de este sentimiento-voz que me guía. Mi corazón sigue diciendo,

“Vamos a casa.” Podía oírlo alto y claro.

“Pero, ¿qué pasara con los miles de dólares que perderás si no vas? ¿Qué pensarán tus hijas de ti cuando vean que no terminaste lo que empezaste? ¿Es este el ejemplo que quieres darles?”

La voz de la crítica, ruidosa e insoportable cuyo único propósito es avergonzarme y molestarme, seguía atormentándome. Suspiro un par de veces, profundo y lento. Me duele el pecho al pensar en cuánto tiempo llevara recuperar el dinero que ahora se ha perdido.

Camino sin una dirección concreta en busca de un lugar para sentarme y recomponerme mientras las lágrimas aún caen por mis mejillas. Tengo el corazón pesado, lamentándome de que todo esto podría haberse evitado si lo hubiese escuchado.

¡Ay Dios! Tengo que informarle a la profesora en Montana. Envío un mensaje.

“Perdí mi vuelo de conexión de Denver a Montana y el próximo es 10 horas después. He decidido volver a casa. Lo siento, pero me lo tendré que perder. Mi corazón simplemente no está en ello”.

Ese fue un momento poderoso. Decir esas palabras, “Mi corazón simplemente no está en ello,” resonó en mi alma. Era una verdad que surgió de lo más profundo de mí. Cuando nuestro corazón no está en algo, no podemos estar en paz. No podemos acoger la aventura. Sentí que el Universo me estaba enseñando una lección y obligándome a finalmente escuchar a mi corazón. ¿Recuerdas que te dije que uno solo puede conectar los puntos mirando hacia atrás? Ahora puedo ver cómo tuvo que suceder una serie de eventos para poner en marcha una poderosa lección para mí.

¿Será que me escuchó el Universo decir que, si perdía el vuelo, lo tomaría como mi señal? ¿Se arreglaron las circunstancias de tal manera que eso sucedió? ¿O estaba tan mal por este viaje que el poder de la atracción de mi mente hizo que las circunstancias se manifestaran? Esas eran las preguntas persistentes en mi mente incluso hoy. No tengo evidencia empírica de lo que creo sucedió.

¿Fue solo una coincidencia?

En mi línea de trabajo, nada es casualidad. Creo que todo está orquestado para llevarnos al camino que nos corresponde. Sí, el Universo respeta nuestra libre voluntad para tomar nuestras propias decisiones y seguir un camino diferente, pero el Universo continúa poniendo en marcha desvíos para recalibrar nuestro camino y empujarnos en la dirección correcta.

Ese día, extraviada por 12 horas, elegí finalmente escuchar la voz en mi corazón, ¡la voz del Universo en mí! Creo que lo divino se comunica con nosotros a través de nuestro corazón, a través de nuestra intuición y yo lo había descartado todo el tiempo porque estaba en mi ego. El motivo que me impulsaba a ir no era necesariamente perfeccionar mi oficio. Pensé que ir a este curso podría ser mi boleto para finalmente conseguir un agente y un contrato de publicación.

Todavía varada y sin poder creer lo que ha sucedido, respiro más hondo. No he comido en todo el día, ni bebido nada, así que compro una botella de agua. El contacto del agua fría en mi garganta se sintió como agua en un desierto seco. Ahhh, necesitaba esto, me digo mientras tomo otro trago de agua. Escucho una voz retumbante a través de los altavoces y me detengo a escuchar.

“Esta es la última llamada de embarque para el vuelo AC1038 a Toronto con salida en la puerta A43.”

En este momento no tengo idea de qué tan cerca o lejos estoy de esa puerta. Estoy en medio de este ajetreado y gigantesco aeropuerto, pero mi corazón da un brinco y, automáticamente, empiezo a correr. Ni siquiera sé cómo supe que correr en esa dirección me estaba llevando al lugar correcto, pero corrí como si mi vida dependiera de ello. Sigo corriendo, escuchando, esperando, y vuelvo a escuchar el anuncio. ¿Escuché bien? El agente de United me aseguró que el vuelo de las 4:40 pm era el más temprano.

Corro buscando la puerta A43. Estoy en mi versión de la carrera de cuatro millas por amor, quiero estar con mis hijas. Veo algunos agentes en la puerta. Nuevamente, no hay pasajeros en fila. Todos han subido.

¿Deja Vu? ¡Umm!

Apenas puedo hablar porque estoy completamente sin aliento,

“Disculpe, escuché en el altavoz que este vuelo sale ahora hacia Toronto. ¿Escuché bien?”

“Sí, pero el vuelo está lleno,” comparte la agente.

“Tengo un boleto para el vuelo de las 4:40 p.m pero ¿puede ubicarme en este, por favor?” Le entrego mi boleto. Ella y su colega comienzan a mirar a través de sus computadoras. Empiezo de nuevo el río de lágrimas.

“Por favor, ¿puedes hacer algo por mí? Realmente necesito llegar a casa. Más lágrimas fluyen sin importarme quién está mirando. Ella me mira. Puedo ver por el endurecimiento de su rostro que está preocupada por mi angustia. ¿Quién sabe lo que se está imaginando?

“Lo siento, la clase ejecutiva está llena.”

“Está bien. Tomaré cualquier asiento que tengas. Póngame en el ala si es necesario, pero por favor tengo que llegar a casa,” supliqué.

Ahora ambas agentes miran el monitor de la computadora y niegan con la cabeza, así que sé que no es una solución fácil. La temperatura de mi cuerpo está subiendo. Estoy abanicando mi cara con mis manos para tomar un poco de aire. Necesito que la olla a presión reduzca ya que mi corazón late con la fuerza de mil tambores. Me quito la máscara. Ya no puedo más.

“El tema es que tengo que degradar el boleto y el sistema no me deja,” dice mirándome.

Estoy llorando aún más. Sé que se siente obligada a ayudarme. Alcanza su radio e instruye a la aeronave.

“Sostengan la puerta, por favor, tengo un pasajero más.”

¡Ay! Palabras mágicas de esperanza para mí. La agente alcanza el teléfono para pedir la ayuda de su supervisor, quien la guía mientras el agente trabaja en el sistema informático, y listo, me entrega lo que en ese momento me pareció mi boleto a la felicidad. ¡Estoy en el vuelo! ¡Me voy a casa! Cuando entro en el avión, todos los ojos están puestos en mí. A lo mejor están molestos porque retrasé su vuelo, supuse. Reconozco algunas caras. Es el mismo equipo que me trajo a Denver. ¡Que locura!

“Estoy de vuelta,” dije tratando de ser ligera, lo que no salió bien dada la muestra de lágrimas que corrían por mis mejillas.

“¿Qué sucedió?” pregunto la azafata.

“Larga historia, le dije.”

El vuelo está completamente lleno. No parece haber un asiento vacío.

“¿Dónde estás sentada? Me pregunta.”

Estoy demasiada nerviosa, así que le doy mi boleto. Ella lo mira y dice,

“Sígueme.”

Ella me guía a la parte trasera del avión. Podrías dejar caer un alfiler y escucharlo. El avión lleno parece tener todos los ojos puestos en mí, quizás no porque haya sido la última en subir, sino porque ven mis lágrimas, mi cara roja y escuchan el agotamiento en mi respiración. La azafata señala mi asiento y estoy justo en el peor asiento del avión. Pero no me importa. ¡¡Voy a casa!!

Cuando finalmente hago contacto con el asiento, el peso del mundo descansa. Me limpio la frente llena de sudor. Mi corazón late con fuerza por toda la conmoción y la emoción a la vez.

Mi respiración es rápida, escasa y profunda. Estoy tratando de agarrar tanto aire como puedo a través de mis pulmones agotados. Apoyo la cabeza en el reposacabezas y cierro los ojos para recuperar el aliento. A medida que el avión llega a su altitud, mi corazón se llena de gratitud. Gracias Universo, voy a casa. Sigo repitiendo en mi cabeza como mi canción de oración. Las lágrimas seguían cayendo, pero esta vez, lágrimas de alegría, ahora con incredulidad de que realmente lo logré. Doce horas con el corazón a punto de salirse de mi pecho, doce horas de melancolía, 12 horas de aflicción con el estómago gruñendo para recordarme que necesita comida, varada entre vuelos y aeropuertos. Muchas lecciones surgieron de esta experiencia para mí.

Cada vez que no escuchamos a nuestro corazón, sufrimos. Aprendí que debemos estar atentos para escuchar la voz de nuestra intuición. Nuestros corazones están en constante comunicación. No dejes que los bucles de la lógica, el miedo, la vergüenza, la codicia, la vanidad y la culpa te convenzan de hacer algo que tu corazón duda en hacer. Científicamente, es un hecho conocido que el cerebro recibe más instrucciones del corazón de las que envía. Estuve varada durante 12 horas para darme cuenta de esta poderosa verdad. Mi consejo es que, si te encuentras atrapado entre tu corazón y tu cerebro, elige la voz de tu corazón. Nunca te guiará mal. Hay una razón por lo cual nos han dotado con este poder intuitivo.

Finalmente, el sonido mágico de las ruedas soltándose debajo del avión. Gracias, Dios mío, estoy en casa. Cuando salgo del avión, soy toda sonrisas. Me parece interesante que si me hubiese quedado en la terminal como me lo aconsejó la agente de United, nunca hubiera oído que un vuelo se iba inmediatamente a Toronto. Pero esa voz mágica me lo advirtió. También encuentro sorprendente como mi experiencia con ambos vuelos haya sido como fue. Una agente se niega a dejarme entrar al vuelo como si supiera que mi corazón no estaba en ello. La otra, llama para retener el avión como si supiera que mi corazón estaba de lleno en ello.

¿Coincidencia? ¿O será que el poder de mi corazón fue tan fuerte como para dar a las circunstancias que se manifestaran como lo hicieron?

Tú decides.

Con gratitud, Waleuska Lazo