Desde pequeña me enseñaron que perdonar es bueno y necesario para alcanzar el reino de los cielos.

No puedo decir con certeza que el perdón nos lleve al cielo, pero sé que el perdón es el camino hacia la libertad, la paz, la alegría y la calma.

El camino hacia la libertad está pavimentado con gratitud y perdón. Perdón a quienes nos han hecho daño, pero también perdón a nosotros mismos.

Sin embargo, el perdón no es una tarea fácil. Muchas personas se saltan pasos importantes y necesarios en su afán de dejar las cosas atrás. Muchos perdonan porque son presionados a perdonar. Estamos condicionados a creer que perdonar y perdonar rápidamente es una medida de nuestra bondad.

El perdón no se puede lograr hasta que pasamos por un proceso de comprensión. Hay que estar claros acerca de qué se nos debe, comprender por qué estamos perdonando y el efecto que tiene tanto para el dador como en el receptor. Pero el perdón definitivamente no tiene nada que ver con nuestro nivel de bondad o justicia.

Razones por las que el perdón es difícil:

Nos volvemos adictos a la ira, el resentimiento y el odio porque estas emociones nos hacen sentir vivos.

En el otro extremo del espectro, aquellos que han sido profundamente heridos a menudo entierran sus emociones como una forma de hacer frente. No nos permitimos sentir y no podemos curar lo que no se siente. El perdón en estos casos es impensable porque negamos el evento.

Exigimos justicia, retribución, castigo y venganza. Queremos que el que nos hizo la herida sufra de la forma en que sufrimos nosotros. Queremos que el ofensor se arrepienta y nos diga cuánto lo lamenta. Si no recibimos esto, no perdonamos.

Podemos creer inconscientemente que mientras nos aferramos a la ira, nuestra experiencia no será olvidada.

Otra razón por la que perdonar es difícil es porque creemos que si perdonamos, nuestro villano saldrá del apuro sin pagar por su ofensa, y eso es lo último que queremos. Si perdonamos, ahora estamos perdonando lo que nos hicieron.

Tenemos una necesidad insaciable de saber el por qué. Hasta obtener la respuesta y a nuestra satisfacción, el perdonar no parece una compensación justa.

El dolor nos da una excusa para jugar el papel de víctima. Llamamos la atención. Nos gusta que otros sean testigos de nuestro dolor. Si perdonamos, ya no podremos tener a otros sintiéndose mal por nosotros.

Tenemos miedo de enfrentarnos a nuestro ofensor. Pensamos que al perdonar a esta persona enviamos la señal equivocada al agresor de que es libre de volver a entrar en nuestra vida.

¿Qué es necesario comprender para perdonar?

Necesitamos comprender la profundidad de nuestro dolor y nuestra pérdida. Debemos permitir que nuestros sentimientos se sientan para poder honrar nuestro dolor. Eso significa no apresurarnos a superar nuestro dolor y definitivamente no ser tan rápidos para decir, “Te perdono” sin pasar por el proceso debido. Este tipo de perdón es superficial y no hace nada para sanarte. Con el tiempo, la ira y el dolor resurgen para perseguirte. Hay seis etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión, aceptación y significado. Tómate tu tiempo para pasar por cada etapa.

Perdonar es tu trayecto individual, no el de los demás. Perdona cuando estés listo y nunca lo hagas por culpa o presión de otros. Si es así, no será verdadero.

Como cualquier adicción, es importante reconocer que nos hemos vuelto adictos a la victimización. No podemos cambiar nada de lo que no somos conscientes. Es importante entender que perdonar a la persona, no significa que disculpemos la ofensa o minimicemos lo que nos pasó.  Es la única forma de sanar lo que nos pasó.

Hay que entender que nuestra incapacidad a perdonar envenena solo nuestra alma. Nuestra incapacidad para perdonar es como un cáncer y como cualquier cáncer, no se queda local con la persona que nos hizo daño. Se propaga y afecta a todas las áreas de nuestra vida y a quienes nos rodean. Daña a nuestros hijos y a nuestras parejas porque afecta nuestro estado de ánimo, nuestro comportamiento y nuestras reacciones. Destruye nuestra personalidad, nuestra paz interior, nuestra alegría y nuestra espiritualidad. Mientras tanto, el ofensor no tiene idea de cuánto estamos sacrificando. En mi opinión, este es un precio muy alto a pagar, ¿no estás de acuerdo?

Comprende que, aunque te sientas la víctima, en realidad hay dos: tú y el que te hirió. Esta persona tendrá que llevar la pesada carga de sus actos. Tú no tienes que justiciarlo.  Ten la seguridad de que las leyes del Universo son implacables y tarde o temprano, todos pagamos la deuda que tenemos y el daño que causamos. No dejes que la amargura y la toxicidad mate tu alma. Deja el rencor ir.

Cada vez que hablo con mis alumnos en The Gratitude Experiment sobre sus traumas pasados, lo primero que dicen es cuánto quieren sanar y dejar atrás todo su dolor. Sin embargo, muchas personas bloquean inconscientemente su capacidad para dejar las cosas atrás.

¿Por qué?

Porque muchos no se dan cuenta de que la falta de perdón nos mantiene atados al perpetrador. Cuando perdonamos, finalmente soltamos el vínculo energético que formamos con esta persona. Puedes pensar que al no olvidar estás reteniendo a esa persona como rehén, pero ese no es el caso. El único rehén eres tu. Si tu verdadero deseo es seguir adelante y no dejar que tu pasado arruine tu presente y tu futuro, toma la decisión de romper con ese vínculo que mantienes con tu villano.

Un error común que muchos creen es que para perdonar deben enfrentar a la persona. Eso no es verdad. No es necesario que te enfrentes a la persona que te lastimó. Puedes hacerlo por tu propia cuenta. Dado que perdonar es algo que hacemos por nosotros mismos, no necesitamos enfrentarnos a la persona.

¡No te preocupes! Perdonar no le da la bienvenida a la persona otra vez en tu vida. Puedes perdonar y no tener más contacto con esa persona. No significa que tengas que quererlos o agradecerles. Significa que te liberas de las cadenas de tu dolor emocional.

Ser capaz de perdonar con éxito requiere aceptar que, por alguna razón, fuistes elegido para pasar por esta experiencia y es posible que nunca sepas las razones de lo cual. Se trata más que todo a renunciar a la esperanza de que el pasado hubiera podido ser diferente. Aprende a dejar ir lo que hubiera podido ser y lo que hubieras podido tener.

Por último, comprende que el perdón no es algo que haces para exonerar al otro. El perdón es algo que haces por ti mismo. Es un regalo que te haces a ti mismo.

¿Cómo perdonamos finalmente?

Intenta imaginar por un segundo que eres esa persona que te lastimó. Ponte en sus zapatos por un segundo y trata de entender de dónde vienen (naturaleza versus crianza). Esto te permitirá quizás entender las razones por las que se comportaron como lo hicieron, no para disculpar, sino para entender. Recuerda que las personas lastimadas lastiman a otras personas. Las personas dañadas causan daños a otros. Cuando puedes llegar a un punto de sentir compasión, es posible llegar al verdadero perdón.

Imagina que la persona está frente a ti y obtén tu cierre. Expresa cómo te lastimaron, cómo sus acciones afectaron tu vida y diles que, aunque no los disculpas, estás eligiendo dejar el dolor porque ya no necesitas estar conectado con ellos. No necesitas nada de ellos. Dejas ir toda la ira, la necesidad de venganza porque tú eres más importante.

Ten claro qué es lo que lo que te lastimó. Se específico para que puedas perdonar y sanar cada herida. Muchas veces, usamos una declaración en blanco para perdonar, “Te perdono,” pero debes especificar qué es lo que estás perdonando. En el acto de nombrarlo es cuando se libera.  A menudo, decimos que perdonamos por la ofensa “X” para descubrir más tarde que los sentimientos de dolor siguen ahí y eso se debe a que no hemos destapado todas las capas de nuestras emociones.

Por ejemplo, hay muchas capas sentimentales que tienen que ser descubiertas para finalmente sanar.  A sí que piensa cuales son las tuyas: tiempo perdido, sueños incumplidos, pérdida de la inocencia, ansiedad, noches de insomnio, etc. A medida que las recuerdes, nómbralas y díselas en voz alta con los ojos cerrados y con la mano en el corazón dice, “Te perdono por todos los sueños incumplidos, te perdono por haberme robado mi derecho a una infancia, a sentirme protegido por ti”sea lo que sea que te haya pasado, dilo.

Por último, pero muy importante, una vez que sientas que has hecho las paces y has tenido tu cierre, encuentra el significado en el evento. Esto es lo que llamo, encontrar el regalo en tu dolor. Siempre hay algo que podemos aprender de cualquier evento, por horrible o doloroso que haya sido. Aquí es donde la gratitud te ayudará a atravesar las cimas de las nubes. Cuando puedas transformar tu miedo, enojo y pérdida en un sentimiento de gratitud en tu corazón por las lecciones, es cuando finalmente termina tu trabajo.

Espero que esto te ayude a iluminar el proceso del perdón. Todos estamos en un trayecto y todos tenemos muchas personas a las que necesitamos perdonar, padres, parejas, hermanos, amigos, así que no estás solo en esto.

El principio de compensación divina dice que el universo se asegura de que todo lo se te quitó en el mundo físico, te será devuelto.  Si esa persona te lastimo y causo que perdieras una oportunidad, por ejemplo, el Universo nos guarda en fideicomiso lo que se nos debe o nos fue robado y encuentra otro vehículo, persona y oportunidad para traérnoslo en un momento posterior.

Ten fe en que algo más grande siempre viene después de la tormenta. Cuando estés listo para perdonar, perdona con el corazón abierto y esto hará que los milagros del Universo fluyan hacia ti.

El dolor, el resentimiento y la ira cierran tu energía y tu corazón de recibir. Las posibilidades y los milagros siempre están ahí para nosotros, para nuestra curación, para nuestra abundancia, pero si permanecemos en la amargura, no podremos acceder a ellos. El perdón no cambiará tu pasado, pero definitivamente cambiará tu futuro.

Con amor y gratitud,