¿Sabes quién eres? Me refiero al verdadero tú, no el que crees que eres, no el que la gente te ha dicho que eres, ni tampoco el que la sociedad te condicionó a pensar que eres. Me refiero al verdadero tú!

He pasado los últimos 45 años de mi vida tratando de resolver esta pregunta. He pasado por muchos cambios de mí persona que perdí el sentido y la conexión con mi ser original. Pasé toda mi vida siendo diferentes versiones dependiendo de con quién estaba y a quién creía que necesitaba agradar.

Quiero que entiendas esto, cuando naces, tú encarnas en este mundo como un reflejo perfecto de Dios. Le digo a mi pequeña hija que ella es una creación perfecta de Dios y un ángel en más de un sentido.

Juguetonamente busco bajo sus axilas y me río cuando le digo que estoy buscando ver la estampa de dónde está hecha. Al igual que nuestra ropa, que nos dice dónde está hecha, llego a la parte posterior de su cuello y digo:

“Veamos, ¿dice hecha en China? No, espera, ¿dice hecha en USA? No, espera, déjame buscar mis lentes”

Mientras ella se ríe, alcanzo otra vez y digo:

“Listo, puedo ver ahora. ¡Dice hecha En El CIELO”!

Honestamente, no sé por qué no tomo mi propio consejo. Todos somos creados por el Divino, y como tales nacemos perfectos y completos en todo el sentido de la palabra. Sin embargo, en algún momento de nuestro camino, las influencias del mundo que nos rodea, erróneamente nos enseñan que para llegar a ser alguien, necesitamos adquirir cosas. Necesitamos adquirir conocimiento, madurez, experiencias y cosas materiales. De esa manera nace el anhelo por la adquisición y la desilusión.

De la misma manera, aprendemos que para ser aceptados y amados debemos mirarnos y comportarnos de cierta manera. Para muchos es: ser delgado, alto, musculoso, atlético, sexy y bien dotada en la parte posterior y frontal. Ustedes señoritas saben bien a que me refiero! Por lo tanto, la búsqueda por la perfección comienza. Una búsqueda que es inalcanzable y en el mejor de los casos destructiva.

¿Por qué te estoy diciendo esto?

Porque, como algunos de ustedes, nunca estuve feliz con lo que percibía que eran mis imperfecciones. No importaba lo que hiciera, la sensación del vacío siempre regresaba. Cada año, a medida que se acercaba el 1 de Enero, me imponía metas frenéticas. Las membresías de los gimnasios aumentan y las resoluciones de año nuevo se tratan siempre: de nuevo peso, nuevas dietas, nuevos planes, nuevas expectativas y el tic tac del reloj del perfeccionismo extingue nuestra dignidad, nuestra paz, nuestro amor propio y nuestra esperanza.

Esta búsqueda por la perfección nos coloca en una sentencia de prisión perpetua con un compañero de celda narcisista, el Ego, que toma el control de nuestras vidas, alejándonos del ser pleno, evolucionado y completo en quien fuimos creados. Nos convertimos en alguien formado y controlado por el mundo en el que vivimos.

Si te contara todas las locuras que he hecho en mi vida para llegar a mi deteriorada noción de lo que pensaba era importante, no lo creerías.  Por encajar, por ser amada, cambie la forma en que me veía, la forma en que me vestía, la forma en que me comportaba y, lo que es peor, he vivido toda la vida sintiéndome siempre imperfecta.

Siempre persiguiendo parecerme a alguien más. Al igual que nuestras computadoras y celulares que pasan por versiones de actualización con sus programas, lo mismo me paso a mí. Me actualicé en la versión 2.0 para mis padres. Más tarde pase a la versión 2.5 para el grupo de chicas populares de las cuales yo tanto quería formar parte en la escuela. Versión 3.0 cuando todo lo que veía que la sociedad y medios de comunicación valoraban eran a mujeres flacas y bellas. Actualización versión 4.0 cuando me casé, luego añadí varias funciones en versión 4.5 cuando me convertí en madre. La versión 5.0 después de mi divorcio. Ah, y la actualización más grande, que también fue la que trajo consigo la mayor cantidad de problemas técnicos, llegó en mi versión 5.5 cuando dejé que alguien más entrara en mi vida y deje que dictara mi valía por la forma en que el necesitaba que me comportara y mirara.

Me convertí en alguien que no reconocía. Me miré en el espejo y el reflejo que ví no coincidía con lo que sentía en mi interior. En mi búsqueda por la perfección, estaba siempre tras el siguiente placer, la siguiente dieta, lograr cierta apariencia, cierto peso, alcanzándolos y aun sintiéndome gorda y desdichada.

Siempre estaba buscando la siguiente meta, el siguiente objetivo, la próxima satisfacción, llegando a cumplirlo todos y siempre sintiéndome insatisfecha.

Siempre traté de ser la amiga perfecta, la jefa perfecta, la amante perfecta, la esposa perfecta y la madre perfecta. Sin embargo, siempre quedándome corta según mis estándares propios. Esta inconformidad robó mi energía, mi espíritu y la felicidad a quienes me rodeaban.

Me he privado de comida durante años siendo una esclava diaria de la balanza. Mi dieta principal consistía de una bebida de ‘Boost’ de chocolate que viene en latas. En otras etapas de mi vida he sobrevivido con una dieta de conejos que significa solamente ensaladas. He pasado largos períodos viviendo de yogurt y clara de huevo. Si lo que dicen es verdad, “Eres lo que comes”,  me da miedo incluso pensar en lo que me había convertido. Fue puro control alimentado por mi obsesión a la perfección.

Ahora hablemos del otro lado de la moneda. Debido a que vivía privándome de todo lo que me gustaba, tenía momentos de completo colapso, fuera de control.  Comía hasta el punto de no poder ni moverme. Había tantas cosas de las que me privaba que intentaba comerlas todas en un solo día. Era tan malo que a veces terminaba como en un estado de coma. Catatónica!

¿Por qué? Porque estaba constantemente en una relación de guerra con la comida y con un vacío interior, que irónicamente, necesitaba llenarme de las mismas cosas que evitaba.

Todo para qué? Solo para negarme el placer de simplemente estar en paz con la persona que Dios me creó ser. Ahora miro hacia atrás y veo el daño que me estaba haciendo a mí misma.

Siempre comí, nunca dejé de comer por completo, nunca me purgué, no estaba en mi naturaleza hacerlo. Sin embargo, lo que estaba haciendo tampoco era la forma más sana de alcanzar mis objetivos desequilibrados.

Me tomó un tiempo aceptar esto; eres perfecta porque Dios te creó para ser nada menos que eso. Acoge tu maravilloso asombro. Como dicen, “Solo sé tú mismo, todos los demás están ya ocupados.” Hay una gran verdad en eso. Mi padre siempre bromeaba diciéndome que las personas nunca están satisfechas con lo que son o con lo que tienen. Él solía decir,

“El bajo quiere ser alto, el gordo quiere ser flaco, el joven quiere ser mayor, el viejo quiere ser joven, el pobre quiere ser rico, el soltero quiere ser casado y el casado quiere estar muerto.”

Siempre me reí, pero ahora veo que él tenía razón en algo. Estoy aquí para decirte que olvides toda esa mierda. En tu lecho de muerte, nada de eso importa. Nunca tendrás el peso perfecto, el trabajo perfecto, la relación perfecta ni la vida perfecta, siempre y cuando persigas los objetivos del Ego.

Nunca estarás en paz mientras permitas que fuerzas externas dicten tu valía. Nunca podrás conectarte con la esencia real de quien eres siempre y cuando permitas que las circunstancias te cambien.

Siempre vivirás decepcionada. No es de extrañar que hay una epidemia de depresión en nuestro mundo. Hemos vendido nuestras almas por las cosas equivocadas. No dejes que tu realidad se convierta en una mezcla de las percepciones que otros tienen de ti.

Aprendí por las malas que perseguir el objetivo inalcanzable de la perfección me estaba privando de disfrutar de todas las cosas importantes en mi vida. No importaba cuántas resoluciones me surgieran al comienzo del año. Unos pocos meses después volvía a estar sentada en mi celda de prisión perpetua lamentándome con mi amigo ‘el Ego’ embutiéndonos en auto-odio

Un día, llegué hasta el final del abismo, caí en lo más bajo. El dolor de ser quien era, ahora era más grande que mi miedo de mirar hacia mi interior y corregir mi vida finalmente. Nada de lo que había intentado en el pasado había funcionado. Así que entendí que algo tenía que cambiar y que no era mi exterior el que necesitaba corregir los errores en mi programación, ni los fallos técnicos.  Era mi interior que necesitaba un REINICIO TOTAL de conciencia.

Me hice una promesa frente al espejo. Decidí matar cualquier parte o versión mía que no resonara con mi alma. Estaba dispuesta a dejar que todas esas versiones mías murieran si eso significaba impedirme que yo viviera en mi verdad y en mi ser auténtico. Me prometí a mí misma, que aunque tuviera que sentarme en mi miedo y aguantar la incomodidad, iba a ser finalmente la persona que fuí destinada a ser el día que nací.

Desde entonces, he hecho las paces con mis demonios, he hecho las paces con mi comida y mi cuerpo, he hecho las paces con mi pasado y, lo que es más importante, finalmente he abandonado todas las versiones fabricadas de mí misma y he abandonado a todas las personas que no concuerdan con mi mayor bienestar.  Aprendí que no necesitaba ser ninguna de esas versiones que había creado para ser alguien. YO YA ERA ALGUIEN. Hubo una gran sensación de libertad que vino con tal realización y aceptación.

Uno obtiene paz cuando aprende a amarse a sí mismo tal como eres a cualquier momento. No dejes que tus bloqueos e inseguridades del pasado arruinen el único tiempo que tienes que es el ‘aquí y ahora’.

Agradece su singularidad y tus diferencias. Ama tus extravagancias, eso es lo que te hace a ti, TU. Como dice mi maestro favorito, Joel Osteen, “No eres ordinario. No saliste de una línea de ensamblaje; no fuiste producido en masa, eres la obra maestra única de Dios”.

Flaco, gordo, alto, bajo, calvo, soltero, casado, divorciado, feo, bruto, tímido, desempleado, lo que sea, simplemente acoge quien eres. Agradece que estas vivo. Se agradecido de que tienes a alguien a quien amar y alguien que te ame, cualquiera que sea: tus hijos, tus mascotas, tu pareja, tus amigos. Sé feliz con lo que tienes y deja de lamentarte por lo que crees que te falta.

La próxima vez que pienses que te falta algo, hazte un favor y visita un hospital local. Saldrás apreciando que si tienes salud no tienes problemas.

No digo que tengas que dejarte ir completamente y no preocuparte por tu apariencia o nunca esforzarte por alcanzar objetivos. De ningún modo. Lo que estoy diciendo es que necesitas aprender a amarte primero como eres, en cada momento dado sin la depresión de vivir en tu pasado ni la ansiedad de vivir en el futuro.

Cada persona que conoces tiene algo que no les encanta de ellos mismos, y eso está bien! Pero debes amarte lo suficiente como para ser feliz en tu propia piel. Desarrolla lo que yo llamo tu, ‘MUSCULO DE SI-ME-ACEPTO!

Si voy al gimnasio o evito ciertos alimentos, ya mis acciones no son impulsadas por mi miedo a ser gorda ni por mi necesidad de ser flaca.

Ahora lo hago por amor a mí misma. El factor motivador es diferente. Hago ejercicio y como sano porque quiero vivir una vida mejor sintiéndome orgullosa acerca de mis elecciones. Tengo un régimen de salud que sigo; trato de comer alimentos que están vivos, alimentos que nutren mi cuerpo y mi alma. Bebo una cantidad obscena de agua.

En casa, elijo comer comida orgánica. Como las grasas saludables y disfruto de las frutas que son ricas en antioxidantes. Prefiero el pez que crece silvestre o libre en los mares y me mantengo alejada de cualquiera que es creado en cultivo. Si puedo evitar y tengo otras opciones, trato de no comer nada procesado, limito mi ingesta de carne roja y tomo suplementos que estimulan mi cuerpo con vitalidad. Desintoxico cada órgano de mi cuerpo una vez al año y consulto a Bob, quien es parte naturopata, curandero, sabio y ¡Dios!

¿Por qué? Quiero estar aquí hasta que sea muy viejita para disfrutar de mis hijas y mis nietos, y ojalá incluso de mis bisnietos. Para lograr esto, elijo vivir y comportarme de una manera que permite que mi cuerpo se desempeñe con una salud óptima. En broma, pero seriamente les digo a mis hijas y a todos los que conozco que ando en un plan de 200 años. Dicen que nuestros pensamientos y nuestra actitud tienen poder, así que Dios quiera, viviré todo ese tiempo, y esa es la actitud con la que vivo.

¿Eso significa que evito cada comida o cosa que disfruto? No. Tal como dice el viejo refrán, “¿Qué sentido tiene vivir hasta los 100 años si tienes que renunciar a todas las cosas que te hacen querer vivir hasta los 100 años?”

Déjame ser clara. También disfruto la vida. Bebo ocasionalmente una copa de vino tinto o vodka de buena calidad. En el verano, voy de paseo con mis hermosas hijas, me doy el lujo de comer mi sorbete favorito: de chocolate en un cono crujiente de galleta o barquillo de Baskin Robbins. De vez en cuando como pasta, y de manera similar una vez en una luna llena, planeo una noche de cine con mí buena amiga favorita: papitas fritas de marca ‘Miss. Vickie’s Sal con Vinagre.’

El truco es aprender a comer conscientemente y con atención plena. Al igual que mi increíble abuelo Reuben, que ya no está con nosotros, solía decir cuando se trataba de su debilidad por los dulces, “¡Solo una tajadilla y con moderación!”

Mi fuerza de motivación ya no es verme perfecta, sino ESTAR PRESENTE Y EN PAZ CON LA EXPERIENCIA que elijo participar en ese momento para que la energía de todo lo que toca mi vida sea positiva. ¿Cuál es el punto de salir y disfrutar de amigos, familia y excelentes comidas si después sales atormentado por la culpa, sintiéndote gordo e hinchado en tu arrepentimiento. Créeme. Esa no es manera de vivir.

Si estoy cerca de personas que practican el autocastigo y abusan verbalmente con críticas de sus cuerpos, corro tan rápido como puedo. Estuve allí demasiados años. Así como ahora alimento y cuido mi cuerpo como un recipiente dotado por Dios, también protejo mi campo de energía. Elijo asociarme y aprender de personas que aceptan por igual estar espiritualmente vivos, que aman la vida, así mismos y que operan en un nivel alto de frecuencia.

Este cambio no vino de la noche a la mañana para mí y tampoco lo llegara para ti. Es un proceso de autodescubrimiento, transformación y amor propio. Ahora puedo mirarme al espejo y mi experiencia es diferente. Solía ​​mirarme a mí misma buscando VALIDACIÓN, para constatar si me veía bien o me veía gorda. Ahora me miro en el espejo, y busco por RECONOCIMIENTO. Busco el “MÍ” dentro de mi ser y cuando mi reflejo finalmente coincide con mi interior, sonrío porque finalmente he encontrado a mi verdadero ‘yo’.

Así que por favor no malgastes tu vida en la búsqueda de la perfección. La perfección es subjetiva de todos modos, y ella es una velocista olímpica: es imposible de alcanzar. Cuando empiezo a pensar en mis imperfecciones, recuerdo lo que dice Joel Osteen: “Fuiste creado a propósito, en propósito para un propósito.” Cuanto más aprendes a amarte y a aceptarte tal como eres en cualquier punto de tu vida, más bello o bella te vuelves.

Recuerda siempre que, gordo, alto, bajo, flaco, feo, rico o pobre, siempre serás lindo para alguien que te ama sin importarle nada más. Pero primero, ¡ese alguien tiene que ser TÚ!

¿Creo que ahora soy más perfecta o menos imperfecta? No.

Pero ya no me restriego o me esclavizo en la negatividad, ni tampoco trato más de cambiar quién soy. He aprendido a amarme a mí misma por completo. Lo que hago o cómo me veo hoy o mañana ya no me define. Me concentro en mi valor interno y mis dones y no en cómo me veo en el exterior. Lo que he descubierto es que cuanto más doy gracias por mi verdadero ‘yo’, más me gusta lo que está fuera de mí. Cuando te sientes bien en tu propia piel, irradia en todos tus aspectos.

Al enfocarte constantemente en lo que crees que son tus defectos e imperfecciones, te privas a ti y al mundo de experimentar EL REGALO DEL VERDADERO TÚ! 

Únete a mí para tu resolución de año nuevo, comprométete a ti mismo a partir de hoy y todos los días siguientes vivir tu vida en profunda gratitud por el regalo único que eres, como eres en cualquier momento dado.

¿En cuanto a mí? Regresé y me quedare con mi versión original creada por Dios 1.0, y estoy encantada siendo IMPERFECTAMENTE PERFECTA! 

Con gratitud,